Fui a Tandil sin más expectativa que las picadas que tienen; huyendo del ruido de la ciudad y de mi corazón atribulado.
Viajé en una fecha sensible y descubrí un hermoso lugar, donde Don Quijote finalmente le ganó a los molinos, donde una leyenda de amor espera eternamente en el silencio de «El Centinela» –¿tal vez sea yo?–
Re-descubrí el sentido del silencio y del sol jugando a las escondidas entre el camino marcado, que no siempre queremos seguir…
«Así fue.. mi viaje a Tandil en un junio en carne viva… con los ojos puestos en el cielo siempre, buscando una esperanza para seguir.»